Hace unos años, la muy pequeña y extinta agencia de comunicación corporativa X recibió un extraño encargo. Un misterioso persa (un hombre atractivo, alto, con modales de aristócrata, barba cuidada y traje perfecto) se presentó en las oficinas para pedir que le hicieran el book de una colección de ropa de primavera que él mismo había diseñado y producido en su país.
El misterioso fabricante (un hombre del que nadie sabía nada y que parecía no tener pasado) se hacía acompañar de dos silenciosos y solícitos secretarios que llevaban, en sus maletines, docenas y docenas de muestras de sus tejidos.
Cuando, en la primera cita, los secretarios colocaron las muestras encima de la mesa del jefe de la agencia, todos los presentes, absolutamente todos, quedaron extasiados. Eran tejidos increíblemente bellos, de colores muy peculiares y con matices sutiles. Los bordados eran tan finos que parecían haber sido hechos a mano.
El jefe de la agencia, empresario avaro y ruin, pidió una cantidad muy elevada por el encargo. El cliente la aceptó después de haber regateado sólo levemente.
«La mitad del trabajo la pagaré por adelantado», dijo el cliente con su peculiar acento. «La otra mitad, cuando ustedes cumplan con su parte».
El jefe de la agencia llamó a su fotógrafo de confianza, con el que colaboraba desde hacía más de quince años. Contrataron a una modelo y, tras dos días de trabajo, el book estaba hecho, listo para ser visto por el cliente. En la agencia, todos estaban seguros de que iba a quedar satisfecho. No podía ser de otra manera: las fotos tenían calidad, la modelo era muy bella y el trabajo irradiaba frescura.
El gran día llegó. Cuando el fabricante persa abrió el book quedó en silencio. Miró las primeras fotografías. Luego lo cerró rápidamente sin querer ver el resto del trabajo. Parecía contrariado. Miró al jefe de la agencia y le dijo:
—Usted me ha humillado y ha humillado a mis prendas. No merezco que me traten por tonto.
—¿Tonto? ¿Tonto? Perdone, no hemos querido ofenderle. Díganos qué hemos hecho mal y le aseguro que tendrá un trabajo hecho a su medida.
—No quiero un trabajo hecho a mi medida: quiero un trabajo bien hecho. Mire, señor, en un book publicitario de este tipo, la modelo debe ser bellísima, es verdad; pero las prendas deben lucir mucho más que ella. Las verdaderas protagonistas de este book deben ser las prendas y no la modelo. ¿Acaso capta usted los matices de mi ropa? ¿Acaso puede sentir su tacto, su levedad? ¿Puede sentir la vibración de su color? Con este book es imposible.
He contado este cuento (inspirado en un hecho real, ocurrido hace muchos años y que yo presencié), tras ver el famoso anuncio de H&M. Habiendo contratado a Beyoncé la firma lo tenía difícil, muy difícil. Pero el caso es que lo han conseguido. Las prendas brillan tanto como la cantante. Y, caramba, tratándose de Beyoncé, mira que es complicado.
Aquí te dejo el vídeo. Pero, por favor, no te distraigas mucho que debajo hay más texto.
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