Los días convulsos que estamos viviendo en la política española (qué digo días, sería más acertado decir meses), me han traído a la memoria una práctica de clase.
Todos los cursos (en la asignatura Información Institucional, primer cuatrimestre), cuando toca hablar de comunicación política, suelo poner en clase la película Ides of March (Idus de Marzo). Es un clásico en las Facultades de Comunicación y tiene distintas lecturas. Para mí es una película interesante para ver cómo se refleja la relación de necesidad mutua entre gabinetes de comunicación y periodistas y cómo esta relación se deteriora o se rompe mucho antes, incluso, de que haya traiciones: la relación se rompe, en realidad, cuando ambas partes empiezan a considerarse amigos.
Esta es una opinión personal, totalmente rebatible, cuestionable, criticable y con todos los ables que queráis. A ver, cuando eres comunicador corporativo ser «amigo» de los compañeros de la prensa es fantástico. Pero yo prefiero llamar a esta relación «cordialidad y respeto«. La experiencia y el sentido común aconsejan que un redactor no pida nunca ningún favor personal a ningún comunicador corporativo y un comunicador corporativo no pida nunca ningún favor personal ningún compañero de la prensa. Esto ahorra muchos, muchos problemas.
Edades profesionales del ser humano
Después del visionado de la película suelo proponer a los estudiantes que reflexionen sobre los personajes principales:
- La sencilla y humana becaria (22 años)
- El impulsivo y joven jefe de prensa (30)
- El soberbio y despectivo director de comunicación o, en este caso, de campaña (50 años)
- El ambicioso senador que aspira a ser Presidente de los Estados Unidos (50-60 años)
Si os paráis a pensar, cada uno de estos personajes corresponde a cada una de las edades profesionales del ser humano, con todas sus luces y sombras. La inocencia de la juventud deja paso al ímpetu; el cansancio provoca falta de fe y en algunos casos, en huida hacia adelante, empuja a buscar éxitos profesionales demasiado ambiciosos.
Si por mí fuera, me quedaría siempre con la sencillez y la humanidad de la becaria y la fuerza y energía del joven jefe de prensa. Y creo que eso es a lo que debemos aspirar si queremos ser felices en cualquier trabajo.
Buscando foto para ilustrar el post he encontrado éste de la Asociación Demos de la Facultad (magnífico colectivo, por cierto), que el pasado curso puso la película (en marzo, rozando a los idus). Demos toma como punto de partida la traición de los ideales para alcanzar éxito profesional, y me parece una visión muy acertada.
Sencillez, humanidad, energía… pues sí, con estos ingredientes de seguro se puede ser feliz en el trabajo, y en cualquier otro aspecto de nuestras vidas. Abrazotes 🙂
Lo que nos distrae, en demasiadas ocasiones, es la palabra “amigo”. Lo importante, me parece, no es que seamos “amigos” sino que nos tratemos con respeto, que realicemos el trabajo que a cada uno le corresponde de forma profesional, seria, sin coartadas para conseguir un objetivo determinado y sin incursionar por el sendero de la mentira o la apariencia que, en no pocas ocasiones, coinciden.